
La primera vez que una chica me escribió una carta de amor incluyó un vaso de plástico con caramelos.
La leí en voz alta en el vestuario a mis compañeros partiéndome de risa y repartiendo los caramelos como quien reparte flores a otros cerdos.
En esa carta quedaba expuesto algo más que un amor adolescente. Esa carta evidenciaba mi masculinidad de mierda e inmadurez emocional.
Cuanta mentira en la creencia de esos hombres que nunca lloran.
Que estrenan su virilidad con cuerpos de alquiler, anteponiendo a toda expresión emocional la palabra marica.
Cuanto ego apuntalado en la inseguridad y la necesidad de pertenecer absolutamente a nada…
¿Sabes?
Si alguna vez me lees quiero que sepas que ahora soy yo quien escribe cartas de amor.
Que más de una vez no fui correspondido y que también repartieron y partieron mi corazón como yo tus caramelos.
Que ya no soy tan “macho” y que ahora soy más yo.
Y que puedo callarme un secreto pero jamas un sentimiento.
Si alguna vez me lees quiero que sepas que tu carta fue la primera en perpetuar un verano y un sin fin de palabras que ya no puedo dejar de escribir.
Si alguna vez me lees quiero que sepas que si.
Que tú también me gustabas.